sábado, 20 de junio de 2009

FABRICIO EN NOSOTROS Por: Yldefonso Finol

Fabricio en nosotros
Año 1976. Bastante gallo me mamaron mis amigos y primos después que papá me prohibió ir al homenaje que se le rendiría a Fabricio en Boconó. 21 de junio Día de los Mártires. Claro, haciendo uso y abuso de su condición de jefe de hogar, y, gala de su buen humor, me espitaba por toda la casa: “Boconó no, Boconó no”. Yo de pendejo que le fui a pedir permiso. Militante del PRV-Ruptura, dispuesto a todo, y dependiendo aún de un permiso de papá para asistir a un acto tan importante para nosotros.
Por eso dos meses después cuando el difunto Elson Niño me propuso para integrar la delegación del Zulia al encuentro de universitarios del Partido en Mérida, me fugué sin autorización de papá. Con mamá no había rollo porque –para mi orgullo y temor- ya militaba clandestinamente, y apoyaba mis actividades.
Cuando papá se iba al trabajo, a golpe de 6 y media de la mañana, se acercó a mi cama y me dijo: “si te vais te jodo”. Él saliendo en su chevrolet azul para La Concepción y yo –que ya estaba vestido pero con la cobija encima- sacando el morral de debajo de la cama y pa’ Maracaibo.
Allí me reuniría con Disraeli Salazar, el Negro Edison Colina y el Gocho Wilfredo Medina. Cogimos carrito para El Vigía en el terminal y arrancamos. A Mérida llegamos de noche. Los compañeros que nos esperaron en la Plaza Bolívar nos llevaron a una residencia donde ya estaba instalado Elson, quien tomó un poco de anís, declamó poemas y nos hizo cantar el vals guayanés Luisa Teresa, que le encantaba.
Al día siguiente, en esa reunión de jóvenes mayores que yo, me sentía como colao, porque aún estudiaba quinto año de bachillerato. Elson me presentó como un cuadro que pronto asumiría tareas universitarias. Me impresionó el operativo de seguridad. Nos habían dicho que venía Douglas Bravo, que era mucho decir. Al final nos conformamos con escucharlo en un casette que llevó y comentó Kléber Ramírez, un tipo maduro, muy simpático, con un ligero mostacho y voz suavecita, que además nos habló de cómo alguna vez hizo trabajo político con unas amas de casa viendo con ellas las telenovelas. Tiempo después tuvimos el honor de compartir con ese tremendo jefe revolucionario que fue Kleber Ramírez.
En fin, que les he contado todo esto para decirles que allí estuvo una mujer guapa, esbelta y muy segura de lo que hablaba. Se llamaba Ana o al menos así oí que la nombraban. Ella amó a Fabricio. Su testimonio nos conmovió a todos. “Tres días antes que lo capturaran, estuvimos juntos. Él estaba consciente de la debilidad del movimiento armado y sólo pensaba en reagrupar la poca gente que quedaba para acumular fuerzas y reemprender la lucha. Lucía optimista a pesar de las dificultades”. Por eso nadie debía creer la versión del suicidio que urdió el régimen.
Dos años más tarde, en un bar del barrio Nazaret, en El Moján, un borracho relataba cómo él, mientras prestaba servicio militar obligatorio, había estado en el sitio y el momento que mataron a Fabricio torturándolo. Daba lástima ver llorar al borracho.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..." Simón Bolívar, El Libertador.

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